En toda historia o conflicto hay
tantos puntos de vista como actores participan en el mismo.
La verdad es que solemos dar por
real la historia que nos cuenta un ser querido, una persona conocida, alguien a
quién valoramos o le damos autoridad, y no nos damos la oportunidad de
comprobar por nosotros las historias que nos dicen de hechos y personas que no
conocemos, y de esta forma muchas veces perpetuamos prejuicios, malas
opiniones, somos pregoneros que hechos que no conocemos.
Es parte de nosotros el dar por
sentado que las experiencias de los otros son la única verdad y desperdiciamos la ocasión de averiguar un poco
más, de oír a la otra parte, conocer esa
otra persona...
Este relato nos invita a
reflexionar y tomar conciencia de los diferentes puntos de vista que existen y de
¿Cuántas veces nos hemos detenido a
pensar que solo tomamos en cuenta una versión ante diferentes historias y
personas?
El cuento del lobo
El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho.
Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio. Un día soleado, mientras
estaba recogiendo las basuras dejadas por unos excursionistas, sentí pasos. Me
escondí detrás de un árbol y vi venir una niña vestida en forma muy divertida:
toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisiera que la vieran. Andaba
feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a
nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían.
Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunté quién era, de dónde venía, a
dónde iba, a lo que ella me contestó, cantando y bailando, que iba a casa de su
abuelita con una canasta para el almuerzo. Me pareció una persona honesta, pero
estaba en mi bosque, cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento,
mató a un zancudo que volaba libremente, pues también el bosque era para él.
Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es meterse en el
bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes.
La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la
abuelita. Cuando llegué me abrió la puerta una simpática viejecita, le expliqué
la situación y ella estuvo de acuerdo con que su nieta merecía una lección. La
abuelita aceptó permanecer fuera de la vista hasta que yo la llamara y se
escondió debajo de la cama.
Cuando llegó la niña la invité a entrar al dormitorio
donde estaba yo acostado, vestido con la ropa de la abuelita. La niña llegó,
sonrojada, y me dijo algo desagradable acerca de mis grandes orejas. He sido
insultado antes, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas
eran para oírla mejor. Ahora bien, me agradaba la niña y traté de prestarle
atención, pero ella hizo otra observación insultante acerca de mis ojos
saltones. Ustedes comprenderán que empecé a sentirme enojado. La niña tenía
bonita apariencia, pero empezaba a serme antipática.
Sin embargo, pensé que debía poner la otra mejilla y le
dije que mis ojos me ayudaban a verla mejor. Pero su siguiente insulto sí me
encolerizó. Siempre he tenido problemas con mis grandes y feos dientes y esa
niña hizo un comentario realmente grosero. Sé que debí haberme controlado, pero
salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y diciéndole que
eran así de grandes para comerla mejor. Ahora, piensen ustedes: ningún lobo
puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr
por toda la habitación gritando y yo corría detrás de ella tratando de
calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr,
me la quité, pero fue mucho peor. La niña gritó aún más. De repente, la puerta
se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo miré y
comprendí que corría peligro, así que salté por la ventana y escapé.
Me gustaría decirles que éste es el final de la historia,
pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó mi parte de la
historia y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz que yo era un lobo
malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme. No sé qué le pasaría a esa
niña antipática y vestida en forma tan rara, pero sí les puedo decir que yo
nunca pude contar mi historia. Ahora ustedes ya lo saben.
“Siempre hay otras
historias sobre una misma situación.”
¿Cuántas lobos malvados creemos
conocer guiándonos por la historia de alguna, o algún, Caperucita?
¿A cuántos lobos les hemos
permitido contar su historia y conocerlos antes de formarnos una opinión?
Si la abuelita o el leñador
pudieran contarnos su versión ¿Qué nos dirían?
¿Quién tiene la razón Caperucita
o el lobo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario