jueves, 6 de febrero de 2020

Parar y repensar


Cualquier época es buena para reflexionar. Es por eso que quiero poner en común  una serie de dudas o reflexiones  sobre la marcha de todo eso que nos hemos dado en llamar  Humanización de nuestras organizaciones. En ningún momento quiero que el lector se sienta atacado; al contrario, lo que pretendo es poner en común algo  que vengo observando en todas las organizaciones en mayor o menor medida y ver si estas reflexiones son compartidas por los compañeros.


¿Estamos todos alineados con los objetivos de Humanización?
¿Responde toda la organización por igual al reto de la humanización?
¿Se analiza la situación y estrategias de los diferentes departamentos (horarios, cargas de trabajo, dotación de personal, edad, años de experiencia. presión asistencial,  cronicidad etc.)?
¿Cuándo hablamos de Humanización medimos los resultados de forma global o solo de forma particular?
¿Somos capaces de que las personas vean la conexión entre el propósito y la cultura de la organización?
¿La humanización solo debe apoyarse en la formación?
¿Quién cree en el proyecto?
¿Con quién se puede contar?
¿Qué rol ocupan los líderes (políticos, gerentes, CEOS, línea media estratégica etc.)?
¿Qué rol ocupan las personas que hacen uso de una manera u otra de nuestros servicios?
¿Para qué cambiar? ¿Qué hay que cambiar? Y ¿Qué está frenando el cambio?
¿Qué podemos hacer diferente? Y ¿Qué vamos a hacer en realidad?

En definitiva,

El proceso de Humanización requiere  un compromiso para  construir nuevos esquemas y estructuras de funcionamiento, y generar una visión y unos valores enfocados a una verdadera organización  y sociedad humanizada.

Se trata de generar una cultura donde las personas puedan expresarse, desarrollarse, puedan sentirse parte del proyecto.

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