jueves, 27 de agosto de 2020

Séptimo Hábito "Afila la herramienta"

 Hace tiempo leí el libro Stephen R. Covey  "Los siete hábitos de las personas altamente efectivas" libro que representa muchos de los principios fundamentales de la efectividad de las personas.

Estamos viviendo un tiempo de incertidumbre, preocupación y porque no decirlo miedo. Parece que vivimos por impulsos, a salto de mata, apagando fuegos donde siempre quedan brasas, sin tiempo para pensar, planificar y siempre sometidos a  un constante estrés. Sin poder invertir tiempo en nosotros, un tiempo de calidad, que nos permita recuperarnos  y cargar de verdad esas pilas de la forma y manera que a nosotros nos de  la gana. 

Hoy os quiero dejar como reflexión el cuento del leñador que resume a la perfección  el Séptimo Hábito "Afila la herramienta"


En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al día siguiente.

Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles.

El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día.

El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos.

 Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:

-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?

El joven respondió:

-Realmente, no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando árboles…

 El leñador jefe le respondió:

Has de saber, que si no dedicas tiempo a afilar tu hacha, todo el esfuerzo que emplees, será en vano.

¿Cuántas veces te ha ocurrido lo mismo que al leñador? 

¿Cuántas han sido las que has creído que estando tan ocupado, todo el rato corriendo de un lado para otro, no podías permitirte parar a cargar pilas?

 ¿Cuantas veces has creído que pararte un rato y “simplemente respirar” era un lujo que no podías permitirte, o más bien una pérdida de tiempo?

 ¿Y cuantas más después de haber “perdido” ese tiempo te has sentido culpable por ello?

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