martes, 22 de julio de 2025

 En el liderazgo la comunicación es tanto el problema como la solución





Pocas cosas se enredan tan fácil —y tan rápido— como las palabras. En un equipo, una frase mal entendida puede sembrar dudas durante días. Un silencio a destiempo puede convertirse en ruido. Y es que, en el liderazgo, la comunicación no es solo una herramienta: es el terreno mismo donde se gana o se pierde la confianza.
A veces, todo parece ir bien. Las reuniones fluyen, los correos suenan profesionales, y las tareas avanzan. Pero por dentro... hay fisuras. Comentarios que se interpretan con recelo, instrucciones vagas que se reciben con ansiedad, líderes que “están” pero no conectan.
 La verdad es que comunicar no es simplemente hablar. Es escuchar con atención, responder con empatía, saber cuándo decir algo... y cuándo es mejor callar. Es notar el cambio en la voz de alguien cuando dice “todo bien”, o percibir el silencio largo después de un “sí” que en realidad quiso decir “no estoy seguro”.
 Y ahí es donde duele. Porque a veces, como líderes, no sabemos cómo leer esas señales. Nos enfocamos en los resultados, en las métricas, en que el proyecto salga... y nos olvidamos de que las personas no son piezas de ajedrez. Son seres con miedos, ambiciones, días malos y ganas de ser vistas. De verdad.
 Además, seamos honestos: hay días en los que uno también está cansado. Días donde no hay cabeza para conectar con el equipo, donde uno responde en automático. Y claro, uno se justifica: “Es que tengo mil cosas encima”. Pero el equipo lo siente. Se nota cuando alguien habla por cumplir, o cuando pregunta “¿cómo estás?” y realmente escucha la respuesta.
 La buena noticia es que la comunicación también puede ser el puente. Ese que reconstruye lo que el malentendido rompió. Un “me equivoqué” a tiempo, una pregunta sincera, o incluso un momento de silencio compartido con intención... pueden cambiar la dirección de todo un equipo.
 No se trata de ser elocuente ni de tener frases inspiradoras todo el tiempo. A veces basta con ser humano. Con decir: “No tengo todas las respuestas, pero estoy aquí. Estoy escuchando”.

 

En el fondo, liderar no es mandar. Es conectar. Y la conexión empieza —siempre— con una conversación honesta. Aunque no salga del todo bien. Aunque cueste encontrar las palabras.

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