Cuando el Liderazgo se Va a los Extremos: El Todólogo y el Pasotólogo
Trabajar en un hospital o en un centro de salud no es cosa sencilla. Cada jornada está llena de decisiones rápidas, coordinación constante y un montón de detalles que no se pueden pasar por alto. Y en medio de todo ese movimiento, el estilo de liderazgo marca muchísimo la diferencia: puede convertir a un equipo en una máquina que funciona con confianza… o en un grupo que se tropieza a cada rato.
En la enfermería es común encontrarse con dos tipos de jefes
que complican las cosas: el todólogo, que quiere abarcarlo todo, y el pasotólogo,
que parece no querer hacerse cargo de nada. Dos extremos muy distintos, pero
con un impacto igual de dañino en la organización, en la motivación del equipo
y, lo más delicado, en la calidad de la atención que reciben los pacientes.
El “todólogo”: querer estar en todas partes
Todos hemos trabajado con alguien así. Ese líder que parece no poder soltar nada, que se mete en las tareas de todos, que quiere revisar cada informe, cada medicación, cada turno. Y ojo: casi siempre lo hace con la mejor de las intenciones. Piensa que, si no pasa por sus manos, algo puede fallar. Pero esa obsesión por abarcarlo todo suele tener raíces más profundas: miedo a perder el control, a mostrar alguna vulnerabilidad o la presión de una organización que exige más de lo que una sola persona puede dar.
¿El resultado?
- Cansancio extremo. El todólogo se desgasta intentando hacerlo todo y, al final, termina perdiendo foco.
- Errores innecesarios. En un hospital, no todo es cuestión de “echar ganas”. Un enfermero que se mete en trámites administrativos sin experiencia puede retrasar procesos críticos.
- Equipo desmotivado. Cuando un jefe microgestiona hasta el detalle más mínimo, el mensaje que manda es: “no confío en ti”. Y eso apaga cualquier chispa de motivación.
- Crecimiento bloqueado. Si nadie puede asumir nuevas responsabilidades, nadie aprende, nadie avanza. El equipo se estanca.
Un buen líder no es el que lo hace todo, sino el que sabe cuándo apartarse y dejar que otros brillen. La verdadera fortaleza está en delegar, en confiar, en reconocer que no se puede estar en todas partes.
El pasotólogo: la otra cara de la moneda
En el extremo contrario tenemos al pasotólogo. Ese líder que se desentiende, que aparece en la reunión solo para pasar lista o que, cuando surge un problema en el turno de noche, responde con un “ya lo verán ustedes”. No da seguimiento, no fija objetivos claros y parece que su lema fuera “que cada uno se las arregle como pueda”.
- Falta de supervisión. Los errores se acumulan porque nadie está ahí para corregir el rumbo.
- Desorganización total. Sin dirección ni feedback, el equipo se siente perdido, como si trabajara sin brújula.
- Confianza rota. Cuando los profesionales ven que su líder no se implica, dejan de confiar en él y, poco a poco, también se rompe la confianza entre ellos.
El verdadero reto del liderazgo enfermero
Ninguno de estos extremos funciona. Ni el todólogo que no suelta nada, ni el pasotólogo que se borra de la ecuación. El reto real para un coordinador, jefe o supervisor de enfermería es encontrar ese punto medio: comprometerse con el equipo sin asfixiarlo, estar presente sin invadir, dar dirección sin caer en la indiferencia.
Porque, al final, el liderazgo en salud no va de héroes solitarios ni de figuras ausentes. Va de construir equipos donde cada persona sienta que su trabajo importa y que tiene el respaldo necesario para hacerlo bien.
Y ahora te pregunto a ti, que trabajas día a día en este entorno:
👉 ¿Con qué estilo de liderazgo te identificas más?
👉 ¿Y cuál de estos perfiles —el todólogo o el pasotologo— te has encontrado más a menudo en tu trayectoria profesional?
Te leo en comentarios
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