Hace ya tiempo escribí un post en mi blog al que titule el“Síndrome del carrito del Súper” dedicado a todos esos líderes llamados en muchos centros “supervisores” de enfermería. (En otros al parecer se les denomina de otra manera, pero en el fondo sus tareas, responsabilidades y limitaciones son muy parecidas...).
Hoy os quiero contar la historia de Jaime Bravo y Pepa Cid (no son nombres reales), a partir de ahora Jaime y Pepa, “Líderes Supervisores”, dos buenos profesionales de reconocido prestigio con años de experiencia en la profesión y en cargos de gestión, queridos en la organización, afables, les gustaba hablar con la gente (cierto es que a uno más que al otro...no diré quién), siempre tenían sus puertas abiertas para poder hablar, como ellos dicen “con las personas del equipo ”.
Los profesionales sabían que podían acudir a ellos y que cumplirían y si no podían atender sus sugerencias daban las explicaciones oportunas con argumentos razonados y creíbles.
Su departamento era envidiado porque todo marchaba sobre ruedas y con la maquinaria perfectamente engrasada.
Pero un día entró en escena el COVID-19 y aquel escenario controlado paso a ser un escenario caótico y con un futuro incierto todo parecía hundirse:
Desconocimiento de lo que estaba pasando, falta de material de protección, fallos en la comunicación. Las ordenes, en cuestión de horas, eran contradictorias. La unidad se transformo en una “UNIDAD COVID”, los compañeros caían enfermos (alguno falleció), los que quedaron estaban exhaustos física y psicológicamente. No se permitían las visitas y muchos enfermos murieron solos sin poder despedirse de sus familiares pese a los esfuerzos que seguían haciendo Pepa y Jaime y todo el equipo, con el daño ético y moral que esto hacía en todos ellos.
Lo que quedaba del equipo y las nuevas incorporaciones (muchos de ellos sin experiencia) trabajaban duro y sin descanso. Pero todos tenían un sentimiento de frustración, desamparo y desilusión.
Como no podía ser de otra manera Jaime y Pepa también se sentían desorientados, frustrados y desilusionados... Estaban agotados, ansiosos, estresados y, seamos honestos, un poco cabreados también.
La situación les vació, pasándoles factura. Entraron en pánico y se limitaban a transmitir las órdenes de “arriba”... que consistían en listas de cosas pendientes y verificación de las realizadas, y poco o nada sobre estrategias o prioridades.
Perdieron su capacidad de comunicación, su capacidad de escuchar y encontrar soluciones con el equipo.
Perdieron la capacidad de delegar y asumían tareas que podían hacer otros, cargándose de más y más trabajo.
Eran y son momentos de desorientación colectiva e hiperactividad muchas veces no coordinadas.
Jaime y Pepa agobiados por la situación, entraron de lleno sin
darse cuenta en el “Síndrome del pollo sin cabeza” que básicamente consiste en
hacer varias cosas a la vez, pero de
manera desorganizada o descontrolada, desconectando y no coordinando a los
diferentes equipos. Perdiendo de vista una de las tareas más importantes en
situación de crisis, estrés, alta
exigencia y de gran presión, que es la
de mantener la calma, evitar el caos y
estabilizar la situación y trasladar
confianza en lo que se está haciendo y en la organización.
Para evitar el riesgo de sufrir un liderazgo estresado, me gustaría presentar dos ejercicios que pueden ayudar a mantener la calma y concentrarse durante los momentos críticos y de crisis.
Fórmula START: La utilizaremos como un ejercicio preventivo, que nos ayudará a minimizar el riesgo de experimentar el “Síndrome del pollo sin cabeza”.
Fórmula SWITCH: La utilizaremos si tenemos la sensación de que estamos a punto de “perder” la cabeza con el objetivo de mantener el ritmo y conservar la calma.
PENSAMIENTO FINAL
Todos sabemos que cuanto más nos aceleramos, mayores son las posibilidades de que fracasemos. Aún así, a menudo lo hacemos de manera inconsciente. En consecuencia, a menudo nos enfrascamos en actividades innecesarias, presionamos demasiado a los demás y los hacemos sentir incómodos.
En términos generales, el verdadero desafío no es resolver el problema. El verdadero desafío es gestionar el caos.
Debes establecer metas y afrontar la adversidad con actitud positiva. Para ello, debes vivir una vida significativa y evitar en lo posible que las situaciones te vacíen física y psicológicamente. Esto no es fácil y se necesita mucha energía y compromiso a para lograr este objetivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario